sábado, 26 de abril de 2008

*Creo que me estoy muriendo

*Creo que me estoy muriendo.

No estoy enfermo, al menos no de enfermedad conocida, no tengo malestar de ninguna índole.

Respiro, duermo, trabajo, río, lloro, pero ya no estoy leyendo, ya no se me antoja, no me apetece, no me divierte, y lo peor es que parezco vivo, sigo caminando y nadie me ha dicho que quizás he muerto ayer.

Qué peor muerte para un lector asiduo que ya no poder leer más? Cómo le podemos llamar a esta enfermedad terminal?, un hombre está muriendo pero no es inanición, no es bulimia, no es impotencia, no es pereza, no es cáncer; es simplemente que mi interés por las letras ya se escurrió de mi espejo, se alejó de mis ojos en una lágrima de alegría por la tristeza que se embarra por todas las paredes, que se escapó por el caño hacia el drenaje que todo lo consume, que todo lo recibe, que todo lo agradece.

Será que la chispa inspiradora de Pablo Neruda se me ha agotado, que la mística de Sor Juana Inés de la Cruz se ha ido al infierno? En dónde quedaron los cuentos de Horacio Quiroga y las novelas de García Márquez? No lo sé, ni siquiera me preocupa saber qué libro tiene las respuestas a todas mis preguntas, o el que contiene las alegrías para borrar todas mis tristezas, la comida para saciar mi hambre, el agua para saciar mi inexistente sed de leer.

En dónde quedó Macondo, qué pasó con Machiwi? Estoy fregado, en la ironía más grande que me ha sucedido, arribo a este preciso e ineludible momento en que La coneja estéril terminó por convertirse en el conejo impotente. "Mientras la esterilidad no sea intelectual, -escribí alguna vez-, aún podemos aspirar a la felicidad".

Creo que es hora de empezar a escribir mi testamento. Aunque, como tampoco deseo ya escribir, pues entonces que Pito Pérez comparta su herencia con los que me conocen; de cualquier manera, es quizás la misma herencia que yo dejaría, si tuviese suficiente para todos.

Siento como si los libros fuesen hechos de hojas muertas del otoño que ya han sido pisoteadas por los perros, por los cerdos, por los cuervos.

Si encuentras un libro en una banca de la plaza, en el autobús, en una cafetería, no lo abandones, aunque no te lo dediqué, quizás sea uno de los que voy dejando por la "vida" para aquellos que aún están vivos.

!Que lo leas feliz!

"Siempre intento, aunque no siempre puedo"
El conejo impotente

1 comentario:

Liza Di Georgina dijo...

Querido Paulino:
Hay etapas en las que necesitamos respirar, dejar de leer un rato, dejar de escribir un rato, para poder empaparnos de la vida, para poder sentir y descifrar el mundo que nos rodea, con ojos verdaderos, atentos y sin ataduras. Todo llega a su tiempo, los escrotires somos seres ciclicos y ya llegará tu retorno a devorar hojas y llenarlas también.
No has leído ningún libro mío, y me moriría de la tristeza saber que mis palabras nunca te alcanzarán, te prometo que no te aburriré. Jejeje. Liza