miércoles, 19 de agosto de 2009

El libro masticado ó préstame a tu mujer

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EL LIBRO MASTICADO Ó PRÉSTAME A TU MUJER
POR PAULINO ARREOLA ARREOLA

18 de agosto de 2009.


Ocasionalmente, algún escritor me ha concedido el honor de ser comentarista de su nuevo libro. Por diversas razones, casi siempre he debido aceptar el encargo. Sin embargo, en su oportunidad he debido vengarme al invitar a otros escritores para que me hagan el honor de ser comentaristas de mis libros.

Usualmente, ser comentarista implica tener que decir las bondades y divinidades del libro que se presenta, pues se entiende que antes de aceptar el encargo habrías tenido la oportunidad de leerlo.

En una ocasión, un amigo escuchó con atención lo que yo le comentaba de un texto que recientemente había empezado a leer. Le hablé tantas maravillas de aquella novela, que interrumpiéndome se apresuró a decir: “pues si tan bueno está ese libro que mencionas, entonces termínalo de leer pronto y luego me lo platicas”, insinuando, con esta actitud, que yo exageraba mi apreciación de tal obra.

En aquel momento comprendí que mi aprecio por la lectura, no necesariamente le representaba interés a otra persona, y corroboré el dicho de que “nadie experimenta en cabeza ajena”. O sea, que quien desee leer un libro, debe comprarlo y leerlo sin injerencia externa. Concretándose uno a simplemente sugerir la lectura de aquellos libros a personas cuyo placer por la lectura es ampliamente conocido.

Lamentablemente hay personas tan ignorantes que no han aprendido que en la lectura se encuentra placer, conocimientos, experiencia, consejos, etc.

Así que desde entonces he dejado de recomendar libros y he dedicado más tiempo a seguir leyendo y disfrutando los libros que por causalidad encuentro en mi camino. Pero sigo creyendo que el mejor libro no es aquel que otras personas te recomiendan, sino el que tú lees, y disfrutas, el que te encuentra, el que te espera a la vera del camino, para que lo descubras.

Aún más, en lo personal, veo como una grosería el que un intermediario le diga a un lector lo que el escritor quiso decir, ¿para qué masticar el chicle para ti, si aún tienes muelas?

A menos que seas impotente, préstame a tu mujer para darte mi opinión acerca de ella. Luego de tres noches consecutivas sin salir del hotel te diré sus bondades y sus defectos. Quizás te felicite por el “mujerón” que tienes, quizás te hable tan bien de ella que hasta la desearás nuevamente.

O como los personajes paranóicos y esquizofrénicos que temen ser envenenados a través de la comida y la bebida, permíteme ser el intermediario que pruebe tus alimentos y te diga si son sanos y seguros, para que te asegures que no estás en peligro de muerte.

Deja que un intermediario sea siempre tu primera vez por ti y luego sé el segundo en probar las bondades y las maldades de la vida, si lo quieres, pero luego no te confundas ni te sientas menos por las migajas que te dejan.

Así entendido este asunto del intermediarismo en el mundo de los libros, lee el libro que se te antoje para que lo disfrutes, para que lo goces, para que lo mastiques, para que lo vomites, para que lo vivas, para que lo mates, para que lo rompas, para que lo quemes o hagas lo que mejor te plazca con él. Pero léelo por tu cuenta, y no permitas que alguien trate de masticarlo por ti.

Los buenos libros se leen por sí mismos, se abren solos y sus páginas se cierran con tan sólo un soplo de tu aliento, y te dejan con una sensación de paraíso, como bocado de universo.

Dicho lo anterior, y contradiciendo mis propias palabras, ya por amistad, ya por agradecimiento, o simplemente por mi inevitable y urgente necesidad de aparecer en la foto de la historia, usualmente acepto ser comentarista de un libro cuando un escritor me lo solicita amablemente. En otras ocasiones, leo algún libro y escribo una reseña o un comentario que luego publico, pero sólo lo hago como un ejercicio literario enfocado en encontrar para mí mismo la chispa literaria, como una manera de descubrir el estilo del escritor y desentrañar los misterios que la lectura representa para este humilde e ignorante aprendiz de escritor.

Así que, te sugiero, de hoy en delante, cuando te inviten a la presentación de un nuevo libro, asiste, pero no permitas que te mastiquen el contenido del libro, sólo abre tu corazón para que los comentaristas te contagien de esa “otra” manera de entender la literatura, de ese proceso que el autor ha llevado para editar el texto en turno, de la dificultad que le ha representado al autor llegar hasta donde está.

No permitas que te roben la oportunidad y el placer de leer un libro como si fuese tu primera vez. Léelo como se te hinche, de la página uno a la final, de la última a la primera. De en medio hacia la izquierda o hacia la derecha, de dos en dos páginas, o de dos en dos renglones. Léelo en la cocina, en el baño o en cualquier otro lugar. Lee un renglón, o una página, o un libro al día. Lee sentado, acostado o parado de manos, pero no dejes que alguien más te lo lea, a menos que tengas algún tipo de discapacidad.

A propósito, justamente ahora estoy estudiando un libro que me han solicitado que lea para que sea comentarista durante la presentación oficial, y… aquí entre nos: no aceptaré el compromiso, porque no me gustó. Seguramente alguien te invitará al evento, pero puedes estar seguro de que no estaré presente, estará algún otro escritor diciéndote las bondades de dicho libro. Si acabas leyéndolo, disfrútalo.

Que no me haya gustado a mí, no necesariamente significa que el libro sea malo, o que me guste un libro no implica que sea bueno. Como te he repetido, tú, lector, eres quien decide qué leer y cuál libro te gusta, nadie más debe hacerlo. Tu intelecto es el mejor intermediario para recomendarte un buen libro.



Fraternalmente,
"Siempre intento, aunque no siempre puedo"

El conejo impotente

PAULINO ARREOLA ARREOLA

escribe@paulinoarreola.com

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