lunes, 23 de julio de 2007

*Muro fronterizo, fracaso del gobierno mexicano

Muro fronterizo, fracaso del Gobierno mexicano. Ver enlace relacionado.

Autor: Paulino Arreola Arreola


Recientemente, entre México y los Estados Unidos de América se ha empezado a construir un muro que a la postre cubrirá toda la frontera común desde Baja California hasta Tamaulipas. El muro se construye del lado americano para frenar el desplazamiento humano ilegal que masivamente va al norte en busca de mejores oportunidades de vida.

Los ilegales cruzan las fronteras hacia el norte porque huyen de la represión en sus países, de las dictaduras, de la pobreza extrema, etcétera. Van buscando las oportunidades de progreso para aspirar a un mejor estilo de vida, que no encuentran en sus lugares de origen.

Mis vecinos no se han molestado a causa de que decidí cercar el terreno que circunda mi casa y tampoco se quejaron cuando le agregué un metro más de altura a la barda. Nadie se ha inconformado jamás porque en algunos fraccionamientos de nuestras ciudades han construido muros altos para procurar más seguridad a sus moradores.

Sin embargo, cuando nuestro vecino del norte, con todo el derecho que le asiste como país autónomo que es y en un ejercicio pleno de soberanía, decidió empezar a construir en su territorio el famoso muro “de la vergüenza”, el gobierno mexicano se rasgó las vestiduras contra la medida y ha iniciado una fuerte campaña para protestar y evitar que tal construcción no se lleve a cabo, pretextando, entre otras cosas, la violación a los derechos humanos de los inmigrantes.

El muro, lo hemos propiciado nosotros, con nuestra ineptitud para ser autosuficientes. El problema binacional que en el transcurso de la historia de ambos países se ha generado no es pues culpa de los vecinos del norte, sino de nosotros, los mexicanos.

Si los campesinos fuesen realmente dueños de sus tierras y tuviesen recursos suficientes para cultivarlas; si fuésemos autosuficientes para alimentarnos y aún para exportar alimento; si los obreros tuviesen un salario digno y mejores prestaciones; si pudiésemos en México adquirir productos de la mejor calidad al mejor precio; si tuviésemos un sistema de salud eficiente y un acceso a la educación para todos los que decidan superarse; si nuestros profesionistas estuviesen bien remunerados; si se aprovechase al máximo las habilidades de los intelectuales; si no hubiese corrupción en las instituciones gubernamentales; si no hubiese violencia e inseguridad en la mayoría de nuestras regiones; si todo lo que buscamos en el norte lo tuviésemos en nuestra propia patria, ¿habría alguna razón para ir al norte? Claro que no. En tal caso, ni siquiera nos enteraríamos que el presidente George Bush está construyendo el muro, o quizás hasta le venderíamos el material de construcción a bajo costo.

Cuando el gobierno mexicano y algunas de nuestras organizaciones civiles e instituciones nacionales acusan al gobierno americano, no están sino aceptando y reconociendo la ineptitud y el fracaso que México ha demostrado para vivir como un país independiente. ¿Será acaso que nuestro fracaso nos ha llevado inevitablemente al punto de no retorno para convertirnos a la postre en un país eternamente dependiente de los Estados Unidos de América?

En lugar de molestarnos porque nuestros vecinos de la frontera se van convirtiendo cada vez más en caza-inmigrantes, o porque usan balas de goma contra los ilegales, ¿no sería más lógico ofrecer todo lo necesario a nuestros compatriotas para que ni siquiera se les antojara salir de su patria, más que como turistas?

Pero claro, como no hemos podido triunfar a plenitud como país, empezamos a culpar a Estados Unidos del mal trato que nos da cuando vamos en busca de lo que aquí no hay. Es triste y cruel la situación que viven nuestros compatriotas que se atreven a ir más allá de nuestra frontera como ilegales. No pretendo negarlo, por el contrario, los compadezco y los entiendo porque yo también en su momento fui uno de ellos. Los ilegales no tienen la culpa ni merecen todos los sufrimientos que enfrentan al cruzar la frontera en su lucha por acceder y permanecer allá, en el norte. Ellos tienen todo el derecho a buscar la felicidad y el éxito en donde se les antoje.

Pero qué triste es ver cómo nuestro gobierno no está atacando el problema de raíz. Por el contrario, aceptando ya abiertamente el fracaso hasta se van implementando paulatinamente maneras más “eficientes” para que nuestros compatriotas puedan votar desde el extranjero y se está elaborando un sistema casi perfecto para “auxiliarles” en el envío de dinero a sus familiares en México. Es como si nuestros gobernantes gritaran quedito: no importa si no pudimos retenerlos, en tanto sigan enviando dinero y votando por nosotros desde donde estén.

El problema real, pues, no es si se construye el muro o no, el problema está en que al toparnos con esa pared, nos vemos indudablemente frente a nuestra cruda y triste realidad: la realidad de un país sin servicios médicos de calidad, sin oportunidades para progresar, y en algunos casos, para sobrevivir.

Si la construcción del muro continúa, pero México hace lo que realmente debe hacer, la historia algún día podría ser a la inversa. El país del norte utilizaría el muro para impedir que se le escapasen sus habitantes hacia el sur. Así que no debiera preocuparnos tanto dicha construcción, sino más bien debiésemos ocuparnos en la búsqueda de las soluciones a nuestros ya por todos conocidos problemas nacionales. Lo importante es hacer lo necesario para que nuestra patria ofrezca a sus habitantes la oportunidad de desarrollar todo su potencial y que cada cual pueda así ponerse en el sendero de la búsqueda de la felicidad en donde mejor le plazca.

México (los empresarios) necesita darle empleo bien remunerado a cada uno de sus habitantes en edad productiva. México (el congreso de la unión) necesita legislar y (el poder judicial) aplicar las leyes para que se valoren y respeten las diferencias individuales de cada uno de sus ciudadanos. México (los ciudadanos) necesita aprender a no ser violento con sus mujeres y a no abusar de sus niños. México (los sindicalizados) necesita emplearse a fondo como si de su trabajo diario dependiera su sustento por cada jornada que transcurre. México (los gobernantes y políticos) necesita volver a creer en sí mismo a través de la honestidad y la vocación de servicio.

México (los campesinos) necesita volver a ser una tierra de esperanza basada en el esfuerzo personal. México (los obreros) necesita entender la importancia de las herramientas y las materias primas bien aprovechadas. México (los ecologistas y cada ciudadano) necesita proteger y acrecentar sus tesoros naturales. México (los prestadores de servicios) necesita aprender a servir con la más alta calidad y eficiencia al nacional y al extranjero.

Cuando nuestra conciencia despierte del adormecimiento que se nos ha creado con el paso de varias décadas plagadas de gobernantes populistas, ineptos y/o corruptos, entonces caerá el velo de la ignorancia, de la intolerancia y, finalmente, al derribar el muro que se ha levantado en nuestras mentes podremos comprender que el muro de la “vergüenza” significa vergüenza para los que hemos permitido que nuestro país se vaya hundiendo cada vez más en la dependencia del país al que queremos culpar por construir dicha barrera material.

Finalmente, me pronuncio por un rotundo “no” al muro en nuestras mentes y por un rotundo “no” a culpar al extranjero por nuestros problemas nacionales.

Posdata. La próxima semana le pondré a mi barda de 2.5 metros de altura un alambre de púas o de navaja, porque la barda está en mi terreno y pago predial por él. Quien desee entrar a mi casa, entrará por la puerta principal y será bienvenido si lleva buenas intenciones.

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